domingo, 12 de junio de 2016

30. ¡A la trituradora!

No podía permitir que Yuna Hina saliera de allí con vida, el problema era que no tenía ningún arma para atacarla.

- Yuna-chan - dije, - ¿por qué estás así?

- ¡NO ME TOMES POR TONTA! ¡LO HE VISTO TODO! Tú... ¡FUISTE TÚ! ¡TÚ LES MATASTE A TODOS!

- ...

Ella se giró y corrió dirección a la salida del instituto. Yo también corrí a perseguirla, pero era inútil, se me estaba escapando... De pronto, una chica llegó hasta ella y la pegó en la cabeza con un bate ¿Cómo podía ser eso posible? En ese momento me di cuenta de que esa chica tenía el pelo rojizo. La confundí con Info-chan, pero cuando se giró vi que era Yui Rio. 

- Hola, Yan-chan~ - dijo con una maliciosa sonrisa.

- ... ¿Yui-chan?

Sacó un extraño aparato del bolsillo, le dio a un botón y lo puso sobre el suelo. Limpió la sangre que le había hecho a Yuna.

- ... ¿La has matado? - pregunté.

- Nah~ Solo le hice una brecha. La que mata aquí eres tú.

- ! ¿De qué hablas?

- ¿En serio pensabas que nadie se iba a dar cuenta de tus planes?

¿Cómo Yui podía hablar de esa manera? Info-chan y yo éramos las únicas conocedoras de todo lo que estaba pasando en el instituto, ¿y ahora resultaba que no? ¿Cuánta más gente como Yui podía saber la verdad? En cualquier modo tenía que matarla a ella también.

Apreté el puño, algo en lo que Yui se fijó.

- No te preocupes. No voy a hacer nada contra ti.

- ¿Eeee?

- Siempre he querido hacerle esto a mi prima~ Y SIEMPRE he deseado matar a ciertas personas de este instituto. Que ese sueño empiece a ser real, hace que sin duda disfrute más de ir a clase todos los días.

- ¿Todas las muertes... Osana, Riku, Kokona... cuando apresaron a Koharu... ahora Mei... te satisfacen?

- Me han encantado, Yan-chan; o tal vez debería llamarte Yandere-chan

- !!!! ¿Cómo sabes...?

- Eso no te lo puedo decir. Simplemente no te preocupes. La policía no irá a por ti, al menos por mi parte.

- ¿Alguien más sabe de esto?

Yui se quedó en silencio. Tardó DEMASIADO en responder...

- No te preocupes - repitió - Tu propósito está a salvo. Solo... no llames mucho la atención, y tampoco me dirijas la palabra a partir de ahora. No pueden vernos juntas.

- ¿Por qué?

- Hazme caso. Llévate a Yuna-chan al Club de Jardinería y pásala por la trituradora. Nadie echará de menos su cuerpo.

- !!

- Adiós, Ayano-chan. Esta será la última vez que hablemos.

Se fue. Estaba perdida. Mi corazón estaba acelerado. Me veía horrible, pero cogí a Yuna y corrí a los jardines del instituto. Por suerte, aquel día los miembros del club no estaban allí. Entré y vi una gran máquina verde con cuchillas dentro, la trituradora. Se usaba para todo tipo de cosas referidas a las actividades de ese club, cualquier cosa menos tirar cuerpos de chicas.

Y, sin embargo, eso hice. Metí el cuerpo de Yuna y apreté un gran botón que puso la máquina en funcionamiento. Reí nerviosa mientras veía a Yuna convirtiéndose en un montón de sangre y trocitos pequeños  de carne. Todo fue depositado en un gran barreño. 

Por un lado me sentí orgullosa, pero por otro, reconozco que me daban ganas de vomitar ahí mismo. Me pregunté en qué momento me había vuelto tan retorcida, tan malvada y tan psicópata.. me pregunté en quiénes en verdad sabían lo que estaba pasando allí, me pregunté quiénes eran los que me podrían estar espiando en aquel momento. 

Acabada la sesión, limpié la máquina con cuidado para no dejar evidencia. Cogí el barreño y tiré el contenido por el desagüe más cercano.

Corrí a lavarme y a cambiarme. Olía a sangre. Mi respiración era pesada. Si la policía me fuera a ver en aquel momento... Si aquello fuera a ocurrir... No. Nadie podía acabar conmigo ¿o sí?

Salí de los vestuarios ya con mi uniforme puesto. Mi piernas temblaban cuando de pronto les vi a ellos... Iban todos juntos, como si fueran una gran sombra. La líder del club, dijo en alto, mirándome como si ella supiera exactamente lo que me estaba pasando:

- En nuestro club nunca podríamos estar así ante los espíritus y ante los demonios. Algo así acabaría con nosotros. Hace tiempo que aprendimos el autocontrol.

Otra vez los ojos vacíos de Oka Ruto conectaban con los míos ¿Debía... unirme a su club?


No hay comentarios:

Publicar un comentario